abril 18, 2007

Un insulto a la profesión

Que muchos hinchas de Boca pidan que en su equipo ningún jugador use más la camiseta número “7” en homenaje a Guillermo Barros Schelotto, vaya y pase. Pero que esto lo demanden periodistas que siguen habitualmente la campaña del equipo “xeneize”, y que como tales debieran conocer al dedillo la historia boquense, no deja de ser una clarísima muestra -y van...- de lo bajo que algunos encargados de cubrir periodísticamente la actualidad de un club suelen caer con tal de congraciarse con público, plantel, cuerpo técnico y dirigentes de esa entidad sobre la que les toca trabajar.


Efectivamente, decir que Boca debe retirar la camiseta número "7" del equipo por la ida de Barros Schelotto al fútbol de Estados Unidos es insultar un pasado repleto de gloria, por el que desfilaron jugadores muchísimo más destacados e importantes que el Mellizo sin que ante su alejamiento se sacara de circulación número alguno. Pero que un periodista se preste a este juego implica otro insulto tanto o más grave: un insulto a su propia profesión.

Es que, al menos en teoría, estos formadores de opinión debieran ser justamente eso, y no simples voceros del bramido del público. Ya Dante Panzeri, allá por los lejanos años ’60, dictaba entre sus mandamientos para la función periodística este de no servir como mera caja de resonancia del sentir popular, sino formarlo a partir de un conocimiento y un análisis más profundo de la situación que el que cualquier ciudadano común tiene.

Claro que, para cumplir correctamente con su rol dentro de la sociedad, estos “periodistas” tendrían que contar antes con ese saber que dista mucho de ceñirse al saber popular, y que requiere horas de trabajo, dedicación, estudio e investigación como instancia necesariamente previa a tomar un micrófono para expresar sus parecer a miles de personas.

Ocurre que, como es sabido, el poder corrompe, especialmente si es un poder malhabido o al que se llega sin los méritos del caso. Y “tomar un fierrito” para opinar sobre cualquier cuestión -incluso sobre aquellas tan nimias como estas- puede hacer pensar a muchos que no precisan ningún tipo de conocimiento o análisis previo a la hora de emitir esas opiniones que tan ligeramente emiten. O bien, que sólo con su “nombre”, su "labia" y/o su mera participación en un medio de prensa tales aseveraciones tendrán respaldo suficiente.

Por eso, es fundamental insistir en la etapa de formación de los periodistas con un viejo precepto: humildad ante todo, siempre. Lo que, por supuesto, no implica rendirse frente al saber de nadie ni -mucho menos- al de las mayorías, sino simplemente reconocer la necesidad de informarse, investigar y opinar con fundamentos bien claros. Esos que sólo un conocimiento profundo del pasado puede proporcionarnos.