julio 15, 2014

El problema es el Messianismo

A mi entender, el bajón de Lionel Messi en los partidos de "knock-out" del Mundial 2014 no pasa por lo anímico, lo futbolístico ni lo físico, sino por la presión. Su propio  padre ya había dado algún indicio en ese sentido, al admitir que sus vómitos tienen que ver con "el estrés".

Lo innegable salvo que uno vea una realidad paralela es que en la fase de grupos -e incluso si se quiere contra Suiza- Messi fue un jugador, y en los partidos contra Bélgica, Holanda y Alemania otro bien distinto. O sea, objetivamente a medida que fue creciendo la importancia de los encuentros o la dificultad de los rivales su nivel decayó, como si la responsabilidad lo abrumara. ¿No será la solución entonces quizás sacarle un poco de peso a esa mochila que lleva encima, y no diseñar formaciones o meter cambios exclusivamente para que él rinda como si fuera lo único que puede hacer ganar al equipo?

Claramente eso fue lo que pasó con Alemania: Sabella confió más en Messi que en el equipo, y por eso metió cambios que tal vez -tal vez- eran lo mejor para que Messi rindiera, pero con los que no sólo no logró levantar su producción sino que, por un lado (léase ingreso de Agüero), claramente atentó contra el buen rendimiento que Argentina había tenido en el primer tiempo al privarla del que había sido el mejor jugador de esos 45 minutos (Lavezzi), y por otra parte (ingreso de Gago) generó un desbalance defensivo dejando muy descuidada la punta por la que llega el gol alemán.

O sea que por confiar más en Messi que en el equipo se sacrifica al equipo para que rinda Messi, sin que Messi justifique en ningún momento de la final -ni de los dos partidos anteriores- ese sacrificio. Repito entonces: ¿no será la hora de tratarlo como a un ser humano, que puede tener sus momentos brillantes y otros no tan buenos, o de apostar a un equipo antes que a un genio que nos salve?

En el caso de los alemanes, estoy seguro de que jamás siquiera se harían esta pregunta: por idiosincrasia y tradición apuestan a lo colectivo, aún cuando no les han faltado luminarias futbolísticas precisamente. En la Argentina, en cambio, eso de esperar un salvador prácticamente está en nuestro ADN. Y el fútbol, se quiera o no, es un juego colectivo. Como demostró muy bien el Barcelona de Guardiola, donde Messi exhibió su mejor versión acaso justamente porque nadie le pidió nunca que salve nada sino sólo que hiciera lo suyo acoplándose -y sumiéndose- a un plan colectivo bien claro en el que el ataque es una consecuencia natural del juego, y no de la inspiración individual de un genio.